Mindfulness: evidencia científica de su impacto sobre el cerebro y como herramienta en rehabilitación neuropsicológica

Por Yukensy Daniela Rocha Orasma

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Mujer meditando

30 de Dic de 2020 · Educación y Sociedad

Dentro de las llamadas terapias de tercera generación encontramos al Mindfulness como herramienta para tratar síntomas emocionales y mejorar el funcionamiento cognitivo de pacientes de todas las edades. En la presente revisión bibliográfica se investiga el nivel de incidencia científica en la aplicación del Mindfulness, abarcando distintas áreas de aplicación dentro de la neuropsicología, las neurociencias, la clínica y la educación.
Se realiza una búsqueda en las siguientes bases de datos: Science Direct, IBECS, Wiley Online Library, Dialnet, Scielo, PsycINFO, Redalyc y Web of Sciencie. Los resultados permitieron analizar veintiocho trabajos de investigación que nos hizo corroborar que el Mindfulness mantiene una base científica real, con efectos positivos en el tratamiento de distintas patologías, generando una modificación cerebral y neuronal extensa. Por lo cual, la práctica del Mindfulness viene a convertirse en una herramienta útil dentro de la psicología clínica y la neuropsicología, tanto para intervención y disminución de síntomas como para rehabilitación y estimulación neurocognitiva.

Palabras claves: Mindfulness, atención, neuropsicología, educación, demencia, neurobiología, cerebro, emociones.

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1. Introducción

La neuropsicología es una ciencia interdisciplinaria en donde están involucradas las ciencias del comportamiento y la medicina, específicamente las neurociencias, que tiene como objeto principal el estudio de las relaciones existentes entre la conducta y el cerebro. A partir de allí surge el interés no sólo por comprender y explicar esta relación, sino también de intervenir en ella a través de técnicas y herramientas que beneficien un fluir adecuado entre ambas instancias, manifestándose en un buen funcionamiento emocional, cognoscitivo, conductual, social y adaptativo (Villa, 2008).

La rehabilitación neuropsicológica intenta reducir las alteraciones cognitivas y conductuales producto de una lesión cerebral, facilitando la adaptación del paciente a la vida diaria según el impacto de la lesión. A través de herramientas y estrategias específicas, incluyendo paciente y familiares, con la intervención de varios especialistas, el objetivo primordial es lograr restablecer o alcanzar un buen funcionamiento global que le permita al paciente continuar con su vida de la mejor forma posible.

El tipo de intervención empleado va a depender de las características del paciente, tipo, gravedad y alcance de la lesión, edad, sexo, nivel socioeconómico, motivación, entre otros, siendo su efectividad el resultado de la suma de estas características, además del momento de intervención después de la lesión, la continuidad y la constancia. El enfoque del tratamiento varía según las circunstancias: restauración de la función dañada, compensación, entrenamiento en habilidades específicas y/o en estrategias metacognitivas, uso de ayudas externas, modificación del entorno de acuerdo con las nuevas necesidades y estimulación neurocognitiva de funciones conservadas (Lubrini y col., 2009).

Es evidente que la elección de la técnica neuropsicológica adecuada va a depender de  muchos factores que se deben analizar a partir de una evaluación previa y exhaustiva. Además, los estudios comprueban que la intervención debe ser multidisciplinaria y extensa, si se quiere alcanzar resultados efectivos y duraderos. Por ello, surgen cada día nuevas formas de intervención que puedan beneficiar al paciente según su patología y, en otros casos, se rescatan técnicas milenarias que ya habían corroborado su efectividad, pero que a través de las ciencias actuales han podido demostrarse y replicarse. Este es el caso del Mindfulness incluido actualmente en las llamadas “terapias de tercera generación”, que emplea herramientas de meditación con atención plena para el tratamiento de distintas patologías cognitivas, emocionales y conductuales, recomendándose también su uso de forma cotidiana en personas sin patologías para mantener una buena salud general.

Dentro de la neuropsicología y las neurociencias hay diversos estudios que comprueban el efecto del Mindfulness en el cerebro, la conducta, las emociones y el rendimiento cognitivo. Por lo tanto, su uso se ha extendido en las últimas décadas y se ha implementado en el tratamiento de múltiples patologías, en escenarios clínicos, médicos y educativos. El objetivo principal de este proyecto de fin de máster es ahondar en estos hallazgos y analizar sus resultados en función de la utilidad de estas “nuevas” herramientas en el ámbito neuropsicológico.


2. Metodología

Se realiza una búsqueda bibliográfica en distintas plataformas con las palabras claves: Mindfulness, meditación, neuropsicología, atención, demencia, rehabilitación, educación, estrés, depresión, estimulación, neurobiología, imágenes, cerebro y ansiedad.

A través del buscador de Google Académico y bases de datos, tales como: Science Direct, IBECS, Wiley Online Library, Dialnet, Scielo, PsycINFO, Redalyc y Web of Sciencie, se encontraron numerosos trabajos y se procedió a seleccionar los apropiados para este proyecto según los objetivos. Se descartaron trabajos que no cumplieran con criterios científicos rigurosos, poniendo en duda la veracidad de los resultados, artículos de opinión y, evidentemente, estudios asociados a otros temas que no se pretenden desarrollar en este trabajo, aunque formen parte de las aplicaciones del Mindfulness, tales como áreas deportivas, psicosis, consumo de alcohol, creatividad, entre otros. La búsqueda está limitada al período 2009-2019, exceptuando artículos y/o libros que se consideren importantes para el tema tratado, dando prioridad a ensayos y/o investigaciones que se basen en programas de intervención, con correlación de resultados, en pacientes de cualquier edad, sexo, raza o condición social.

Se revisaron veintidós (22) trabajos en español y seis (6) publicaciones en inglés, con características válidas y fiables, de carácter teórico y experimental:

  • Dieciséis (16) estudios están basados en programas de intervención en distintas patologías.
  • Nueve (9) corresponden a artículos de revisión.
  • Y tres (3) a libros o artículos relacionados con el tema a tratar.

Además, se contó con el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5) para desarrollar algunas definiciones. Muchas de las investigaciones abordaron sus resultados explicando el correlato cerebral, comprobando no sólo cambios significativos en cuanto a los síntomas estudiados, sino también a nivel neuronal y estructural.

El doctor Santiago Segovia (2019) afirma que los supuestos resultados efectivos del Mindfulness son producto del metaanálisis, siendo distorsionada la práctica y modificándose sus características de origen que sí parecieran haber tenido un efecto real. En su artículo refiere que esta práctica tiene como objetivo el desarrollo personal y crecimiento espiritual, pero que está alejada de la intervención clínica. Estas distorsiones en cuanto a los conceptos de meditación y Mindfulness van a teñir toda su aplicación, divulgación e investigación, siendo difícil y controvertido corroborar sus resultados. Sin embargo, es precisamente el Mindfulness una de las herramientas de meditación más estudiadas en la psicobiología. Su uso extendido alrededor del mundo, sobre todo en EEUU, advierte la necesidad de que se establezcan parámetros de intervención claros, con una metodología adecuada.

3. ¿Qué es el mindfulness?

La definición más extendida del Mindfulness es atención plena o concentración plena. El doctor en Biología Molecular, Jon Kabat-Zinn, explica que el Mindfulness no significa contemplación ni enfocar tus pensamientos en un tema particular, es la conciencia que surge a través de la atención intencional en el presente, permitiendo que fluyan los pensamientos momento a momento y relacionándose positivamente con esta experiencia. Es decir, entrenar la atención para vivir el presente (temporal), respirar sin dificultad, observar los pensamientos y cultivar intencionadamente características personales positivas, como la compasión, el perdón, la amabilidad y el amor, es un conocerse y desarrollarse a sí mismo (Kabat-Zinn, 2003).

La práctica del Mindfulness está relacionada con el cerebro, los procesos cognitivos, el cuerpo y el “yo”, con el enfoque de vivir plenamente el presente. Su aplicación abarca muchísimas áreas y objetivos, siendo investigada por numerosos profesionales y científicos de diversas ramas: psicología, medicina, neurociencia, trabajo social, psicoterapia y neuropsicología. Las técnicas básicas que pueden aplicarse también en la vida diaria son: respiración consciente, escaneo corporal, caminar consciente y hacer consciente.

En cuanto a su uso en la psicoterapia, el Mindfulness ha dado lugar a cinco técnicas principales: Terapias de Reducción del Estrés de Kabat-Zinn; Terapia de Aceptación y Compromiso de Hayes, Strosal y Wilson; Terapia Breve Relacional de orientación dinámica; Terapia Dialéctico Comportamental de Marsha Lyneham; y Mindfulness Cognitive Therapy. El objetivo como terapia de tercera generación no es solamente reducir los síntomas del paciente, sino que modifique su experiencia subjetiva en torno a ellos (Moñivas y col., 2012).

4. Mindfulness y cerebro

Según Lazar SW y col. (2005), la práctica continuada del Mindfulness genera incremento del volumen de la ínsula del hemisferio derecho y el aumento de las áreas prefrontales de Broadman, compensando la degeneración propia de la edad. Así mismo, otros investigadores (Hölzel y col., 2011) encontraron un engrosamiento en el hipocampo izquierdo, córtex cingulado posterior, cerebelo y en la unión del parietal con el temporal, correspondientes a la red neuronal por defecto, aquella involucrada en la atención y procesamiento de la información interna, cuando la mente divaga entre distintos estímulos. Otros estudios (Pickut y col., 2013) encontraron un incremento de la sustancia gris en amígdala derecha, hipocampo, núcleo caudado, lóbulo occipital izquierdo, tálamo izquierdo, giro lingual y nuevamente en la unión temporo-parietal.

Estos hallazgos refieren la activación de áreas cerebrales relacionadas con la atención ejecutiva, el procesamiento de la información interna y la regulación emocional, así como de otras áreas relacionadas con el bienestar personal, disminuyendo los niveles de cortisol y mejorando la inmunidad. Pareciera que la activación de la red neuronal por defecto disminuye con la práctica del Mindfulness y aumenta en las áreas ejecutivas, al ser capaz de entrenar la atención focalizada y disminuir la divagación.

En cuanto a las funciones cognitivas en general, la práctica continuada del Mindfulness genera resultados positivos, según estudios de Schöne y col., (2018) y Van Vugt y col. (2015), en la atención visual sostenida, la memoria de trabajo, atención focalizada, desapego a la memoria autobiográfica, comprensión lectora, inhibición de respuesta ante distractores externos o internos, monitoreo del conflicto emocional, atención sostenida en general y memoria de trabajo en tareas no verbales (citados en Segovia, 2019).

Según los estudios de Davidson (2012), la práctica continuada del Mindfulness se traduce en un aumento de la lateralidad izquierda, asociado a la disposición afectiva positiva y capacidad para enfrentar estados negativos. Además, se encontró una mejora en el sistema inmunitario, generándose un aumento en la producción de anticuerpos. Por su parte, el estudio de Monti y col., (2012), comprobó un aumento del flujo sanguíneo cerebral en pacientes con cáncer de mamá que se involucraron en la Terapia Artística Basada en la Atención (MBAT). Es por ello, que autores como Sarmiento-Bolaños y Gómez-Acosta (2013) proponen que las diferentes zonas involucradas en el Mindfulness, la cual se modifican con una práctica continuada, también permiten el fortalecimiento de los sistemas funcionales asociadas a dichas áreas, contribuyendo de forma colateral a la mejoría de tales funciones o procesos.

En un trabajo exhaustivo con el uso de herramientas estadísticas rigurosas realizado por Fox y col. (2014), encontraron cambios cerebrales importantes a través de la revisión por neuroimagen y de la estimación de probabilidad anatómica (ALE). Fueron ocho áreas cerebrales las que recibieron modificación significativa en 300 meditadores: corteza frontopolar y área 10 (metaconciencia), corteza sensoriales e ínsula (conciencia corporal, exteroceptivas e interoceptivas), hipocampo (consolidación y reconsolidación de la memoria), cingulado anterior y medio, córtex orbitofrontal (regulación del yo y las emociones), fascículo longitudinal superior y cuerpo calloso (comunicación intra e interhemisférica).

Es por todas estas razones y hallazgos donde se ha comprobado el efecto en el cerebro que genera la práctica de meditación basada en Mindfulness, que se ha propuesto como parte de la psicoterapia e intervención clínica de pacientes con diversas patologías. Sus primeras aplicaciones se enfocaron en pacientes con ansiedad, estrés, ataques de pánico y dolor crónico, de la mano del profesor emérito de medicina John Kabat-Zinn en la Universidad de Massachussets (Kabat-Zinn y col., 1992). Desde entonces, se ha venido aplicando en otras patologías como depresión, trastornos de personalidad, ansiedad, TDAH, demencia, entre otros, además de cobrar importancia en el ámbito educativo enfocándose en la necesidad de entrenar ciertas habilidades emocionales y cognitivas que permitan un desarrollo personal óptimo a lo largo de la vida.

5. La atención como proceso principal en la práctica del mindfulness

El proceso psicológico principal del Mindfulness es la atención y el ser humano posee cinco redes neuronales involucradas en este proceso: red neuronal de activación, red neuronal de atención y cognición del mundo interno, dos redes neuronales de la atención y cognición del mundo externo, además de una red ejecutiva de control. Es esta última, según Segovia y Rodríguez (2018), la red que se activa en la práctica del Mindfulness y prácticas de meditación propiamente dichas, lo que ellos llaman “red neural mindful” (RMN), ubicada en la región fronto-parietal del cerebro. Es cuando el sujeto está distraído y no dedicado a una tarea concreta cuando estas regiones se activan, al intentar reorientar la atención a través de la práctica.

El proceso de atención y la capacidad de procesar toda la información que viene tanto de afuera como de adentro es una actividad compleja que involucra muchas áreas cerebrales. Así mismo, la capacidad de enfocar la atención en un estímulo particular evitando su procesamiento rápido y posiblemente superfluo, aunque adaptativo, objetivo central en la práctica del Mindfulness, requiere la participación del córtex prefrontal dorso-lateral para captar la información y la activación de zonas mediales del córtex prefrontal, incluyendo la corteza orbitofrontal, para permitir una metacognición que hace más consciente la actividad mental y desactivando la automatización del proceso atencional. Esta capacidad de auto- observación puede desarrollarse a través de la práctica continuada del Mindfulness, generando un cambio en la forma de percibir el mundo y a sí mismo, haciendo clara las distorsiones propias de hacer un análisis rápido y poco preciso de la realidad (Simón, 2006).

6. El mindfulness y las emociones

La práctica del Mindfulness y la meditación han estado relacionados con el amor, la compasión y la empatía, no sólo hacia los demás sino también hacia sí mismo, al percibirse (o practicar hacerlo) de una manera más justa, menos crítica y más benevolente. Por ello, Mindfulness se usa en pacientes con alteraciones emocionales para alcanzar un estado de auto- conocimiento, auto-implicación y de amor propio (Simón, 2006).

Los objetivos son alcanzar un estado de bienestar emocional y personal que permita una vida satisfactoria, desarrollar la paciencia, la aceptación, la capacidad de disfrutar el presente y aceptar la realidad, manejar la impulsividad y el estrés, controlar los efectos negativos de la tristeza y la ansiedad, reducir el sufrimiento y lograr un autoconocimiento positivo. El manejo de las emociones y la adquisición de una nueva forma de afrontar los conflictos generaría un efecto colateral en la salud, siendo útil en el tratamiento del dolor, hipertensión, fatiga crónica, alteraciones del sueño, problemas en la piel y enfermedades cardiovasculares, entre otros (Moñivas y col., 2012). Parece ser que existe una relación positiva entre los minutos dedicados a la práctica del Mindfulness y consciencia plena, con consecuente disminución de pensamientos depresivos, ansiedad, ira y estrés (Rosselló, Zayas y Lora, 2016).

7. Conclusiones.

El Mindfulness se podría definir como una práctica enfocada en la atención, la concentración y la respiración, que busca un adecuado procesamiento de la información tanto de las experiencias internas como externas, logrando efectos positivos en nuestras vidas.

Su acción alcanza la esfera emocional, personal y física, constituyendo una herramienta que facilita un bienestar general. Al analizar distintas definiciones del Mindfulness y la meditación, nos encontramos que además pretende ser un estilo de vida, una manera de aproximarse a la realidad (interna y externa), que permita un desarrollo de sí mismo y una forma de cultivar características personales positivas, tales como la compasión y la empatía, logrando un efecto colateral en las relaciones sociales, el manejo de las emociones y la consecución de objetivos personales, disminuyendo la tendencia a centrarse en situaciones negativas que generan sufrimiento. Se podría decir, entonces, que la continua práctica del Mindfulness modifica el cristal con el cual se percibe la realidad y se interactúa con ella.

Por lo tanto, parecieran haber dos formas generales de practicar el Mindfulness: como herramienta terapéutica y como estilo de vida (presente consciente). La manera “formal” de practicar Mindfulness se ha venido modificando según los objetivos, los pacientes y las patologías. Los resultados de investigaciones científicas confirman que ambas formas de aproximarse al Mindfulness generan efectos positivos y duraderos, siempre que se utilicen las herramientas de forma adecuada y continua. Kabat-Zinn propone un mínimo de ocho semanas para lograr una efectividad notable, pasando a convertir a la práctica del Mindfulness en un hábito. Estudios que evalúen estas diferencias en el tiempo de práctica y tipo de técnica empleada tal vez arrojarían datos relevantes para establecer un diseño de intervención específico.

En cualquier caso, el nivel de incidencia científica de la práctica del Mindfulness se ha hecho evidente y cada vez más trabajos lo confirman, generando efectos positivos en el tratamiento de diversas patologías tales como trastornos del estado de ánimo, estrés y trastornos de ansiedad, comprobándose su acción sobre el cerebro al modificar áreas cerebrales relacionadas con la atención, la memoria, la función ejecutiva, la regulación emocional y el procesamiento de la información, tanto interna como externa, disminuyendo los niveles de cortisol y aumentando la formación de anticuerpos.

Por ello, constituye una herramienta relevante para el tratamiento de diversas patologías y la rehabilitación de distintas funciones, siempre que se emplee de forma conjunta con otro tipo de tratamientos o técnicas, según la patología a tratar. Su uso extendido a lo largo del mundo en pacientes con distintas afecciones pone en evidencia la necesidad de establecer parámetros formales que puedan delimitar su enseñanza y aplicación, siendo necesarias investigaciones con criterios científicos rigurosos que permitan generalizar los resultados.

 

Referencias

Davidson, R. (2012). The neurobiology of compassion. C.K. Germer & R.D. Siegel (Eds.), p.111-118. Recuperado en: PsycINFO.

Fox, KC., Nijeboer, S., Dixon, ML., Floman JL., Ellamil, M., Rumak, SP., Sedlmeier, P. y Christoff, K. (2014). Is meditation associated with altered brain structure? A systematic review and meta-analysis of morphometric neuroimaging in meditation practitioners. Neurosci Biobehav Rev, 43, p. 48-73.

Kabat-Zinn, J. (2003). Vivir con plenitud las crisis. Cómo utilizar la sabiduría del cuerpo y de la mente Mindfulness y psicología clínica para afrontar el estrés, el dolor y la enfermedad. Barcelona: Kairós (Edición revisada y actualizada).

Kabat-Zinn, J., Massion, A., Kristeller, J. y Peterson, L. (1992). Effectiveness of a Meditation-Based Stress Reduction Program in the Treatment of Anxiety Disorders. American Journal of Psychiatry, 149(7), 936-943.

Lubrini, G., Periañez, A. y Ríos-Lago, M. (2009). Estimulación cognitiva y rehabilitación neuropsicológica. Editorial UOC.

Monti, D., Kash, K., Kunkel, E., Brainard, G., Wintering, N., Moss, A., Rao, H., Zhu, S. y Newberg, A. (2012). Changes in Cerebral Blood Flow and Anxiety Associated with an 8-week

Mindfulness Programme in Women with Breast Cancer. Wiley Online Library, Stress and Heatlh 28, p.397407.

Moñivas, A., García-Diex, G. y García-De-Silva, R. (2012). Mindfulness (Atención plena): concepto y teoría. Portularia, Vol. XII, p.83-89.

Roselló, J., Zayas, G. y Lora, V. (2016). Impacto de un adiestramiento en meditación en consciencia plena (Mindfulness) en medidas de ansiedad, depresión, ira y estrés y consciencia plena: un estudio piloto. Revista Puertorriqueña de Psicología, vol. 27(1), p. 062-078.

Sarmiento-Bolaños y Gómez-Acosta (2013), Mindfulness. Una propuesta de aplicación en rehabilitación neuropsicológica. Avances en Psicología Latinoamericana, 31(1), p. 140- 155.

Segovia, S. (2019). Psicobiología del Minfulness. RIECS, 4, S1.

Simón, V. (2006). Mindfulness y Neurobiología. Revista de Psicoterapia, Vol.XVII, N°66/67, p. 5-30.

Villa Rodríguez, M. (2008). ¿Qué es y qué no es la neuropsicología?. Revista Mexicana de Neurociencia, 9(3), 227-230.

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