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Y Alemania dirige la orquesta

29/08/2012
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El 14 de abril de 1912, un gigante de 270 metros de eslora y  3.000 pasajeros se estrellaba contra un iceberg, dando lugar a la más famosa tragedia naval de todos los tiempos. Contra todo pronóstico, este coloso se hundía dejando una estela imborrable: se hundía un mito; y en el imaginario colectivo, se hundía el símbolo del progreso humano.

Luego llegó la maquinaria hollywoodiense, la solución a todas las tragedias, y su cultura de evaporar los problemas hasta hacerlos etéreos, para luego claro, confundir el mito con la realidad. Y es que al final, la gente piensa en el Titanic no como un desastre, mala planificación y exceso, sino, como di Caprio y Winslet en un transatlántico de lujo.

Decía Pérez Reverte en un artículo profético en el mes de Abril: «cambien pasajeros por nosotros mismos, tripulantes por entidades financieras, compañía naviera por políticos desvergonzados, incompetentes y embusteros […] metan todo eso en un ordenador, denle a la tecla enter y saldrá nuestra foto exacta, saludando sonrientes desde la cubierta del barco insumergible, encantados de habernos conocido. Felices de estar ahí. Cien años ya, desde el Titanic, y no hemos aprendido nada.

¿Le suena a alguien el Programa Fiscalis 2007-2013?

Me sorprendería desde luego. Este «hito» de la europeización, resultado de la Decisión nº 1482/2007/CE, estaba destinado, (y evidentemente no lo ha conseguido) a:

  • Proteger los intereses financieros nacionales y europeos
  • Reducir las obligaciones de administraciones y contribuyentes.

Lo malo no es que nos hayamos estrellado contra un iceberg: lo malo, es que creyéramos que el barco aguantaría; que supiéramos que era un riesgo y pensáramos que estaba cubierto. La UE estaba destinada a la convergencia europea, a la equiparación justa, a la equidad y solidaridad entre sus miembros, y en definitiva, a evitar que sus pueblos quedaran a merced de icebergs, tiburones y tormentas; pero no se construyó así y no se hizo nada para evitarlo.

En plena bonanza económica, nadie quiso hablar de integración fiscal, de transparencia, de racionalidad presupuestaria… Ahora, el Tigre Celta vive de subsidios, “la década prodigiosa” española ha resultado ser ominosa,  y Grecia agoniza  ante la invitación colectiva a ser la primera en saltar por la borda.

Veintisiete sistemas fiscales diferentes han acabado por hacer imposible control alguno, con los consiguientes problemas.  Se pensó que bastaría con el Pacto de Estabilidad y Crecimiento; se pidieron préstamos, se robó a mano llena, se repartió entre los colegas, y claro, se acabó el presupuesto: ni botes salvavidas, ni bengalas de emergencia, ni nada de nada.

¡Pero tranquilos! Que aparece la infatigable maquinaria alemana para achicar agua, apretar clavijas, y mantener a los músicos tocando mientras el barco flote. El Ministro de Finanzas alemán, Wolfgan Schäuble, afirmaba un par de meses atrás, que la política fiscal común llegaría antes de lo imaginable.
Más recientemente, Angela Merkel, apuntaba hacia la creación de un mecanismo de supervisión bancaria, dando esperanza a aquellos que confían en que la integración fiscal (y los eurobonos), todavía es posible para llevar a la UE a buen puerto.

Quizás Alemania esté dispuesta a liderar todo este proceso, lo que no está tan claro es que sea para dirigir el barco y no a la orquesta.

Por si acaso, espero que sepan nadar, glu, glu, glu…

Agustín M.Lasanta
DEPARTAMENTO JURÍDICO

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