Por qué hoy es más importante que nunca desarrollar habilidades blandas

A menudo, cuando hablamos de empleabilidad o liderazgo, el foco se pone en aspectos como la experiencia, la formación técnica o los resultados. Pero hay un elemento que, aunque menos tangible, es el que de verdad marca la diferencia: las habilidades blandas.

La realidad es que las habilidades blandas, o soft skills, no son un concepto nuevo, sino competencias que han estado entre nosotros durante años, pero que, por fin, están ganando el protagonismo que merecen.

En un reciente webinar de Territorio INESEM, Nathan Manzaneque, especialista en gestión del talento y liderazgo, ponía sobre la mesa algo tan evidente como incómodo. Y es que muchas empresas siguen viendo las soft skills como “demasiado blanditas”, sin entender que su impacto va mucho más allá de lo emocional.

«Puedes tener una plantilla brillante a nivel técnico», explicaba, «pero sin habilidades blandas no hay cultura sostenible. No hay liderazgo. No hay evolución».

Podemos imaginar cualquier equipo donde la comunicación falla, donde el cambio genera parálisis, o donde el talento más prometedor se marcha por un mal clima. En todos esos casos, lo que está fallando no es la tecnología, ni la estrategia, está fallando el factor humano.

Del currículo a la conversación

Uno de los momentos más reveladores de la charla fue cuando Nathan cuestionó directamente la manera en que seleccionamos talento. “Muchas entrevistas están diseñadas para el técnico de RRHH, no para conocer a la persona”, apuntó. La realidad es que la mayoría de los procesos de selección giran en torno a experiencias pasadas, fechas, herramientas, titulaciones… Pero muy pocas veces se plantean situaciones que nos muestren con quién vamos a trabajar cada día.

Porque el currículum puede decir mucho, pero no podemos saber a través de él si esa persona sabe escuchar, si es capaz de reconocer un error, si transmite confianza o si será alguien que sume al equipo. Ese tipo de cosas solo se descubren en conversaciones auténticas, alejadas de guiones y fórmulas.

Nathan proponía algo inusual en este ámbito: dejar de hacer preguntas para obtener la respuesta “correcta” y empezar a observar aspectos como la reacción de un candidato cuando no entiende algo, cuando se le plantea una situación tensa, cuando se le desafía suavemente. No se trata de ponerle a prueba con mala intención,  por supuesto que no, sino de generar un contexto en el que podamos ver su forma real de afrontar las cosas.

Lo que de verdad buscan las empresas 

En este nuevo escenario laboral, donde lo técnico puede automatizarse y el cambio continuo está presente en todas las organizaciones, lo que más valor tiene es la capacidad de las personas para adaptarse, cooperar y liderar. Y ese tipo de habilidades, no se suele enseñar en la universidad, o al menos, no de la misma forma.

Cuando preguntamos cuáles son las habilidades más valoradas hoy, las respuestas se repiten: adaptabilidad, gestión del cambio, comunicación, empatía, escucha activa… Y sin embargo, muchas organizaciones siguen sin incorporar estos criterios en serio a su día a día.

En algunos casos, porque no saben cómo medirlos. En otros, porque simplemente no los priorizan. Pero lo cierto es que donde faltan estas habilidades, la vertiente técnica se resiente. El resultado es una pérdida de productividad «silenciosa» que va calando en la plantilla hasta convertirse en fuga de talento, rotación, desmotivación o estancamiento.

El ego como principal barrera al cambio

Una de las reflexiones más poderosas del webinar llegó casi al final: “El problema más grande en las organizaciones no es la falta de recursos, ni siquiera de conocimiento… es el ego”, sentenciaba Nathan. Y lo explicaba con un ejemplo muy gráfico: el miedo que muchos directivos sienten cuando alguien más joven o más actualizado les propone una mejora.

Ese miedo, que suele pasar desapercibido, bloquea la innovación, debilita la confianza del equipo y convierte el liderazgo en algo mecánico, más basado en la autoridad que en la influencia. “No hay nada más peligroso que un experto que cree que ya no tiene nada que aprender”, decía.

Escuchar no es una moda, es una estrategia

Más allá del discurso, lo que queda claro es que las empresas que están apostando por construir culturas más humanas no lo hacen por altruismo, sino porque han entendido que es lo más rentable a medio plazo. Que invertir en habilidades blandas no es un extra, sino una condición para crecer.

Y se puede conseguir con cosas sencillas, y a la vez, profundas como abrir espacios de escucha, dejar de premiar a quienes se apropian de ideas ajenas, confiar de verdad en el equipo o permitir que el error no sea castigado como traición.

Cuando eso ocurre, las organizaciones no solo funcionan mejor, si no que el ambiente cambia y el talento se queda, lo que significa que los proyectos avanzan.

Una oportunidad que no deberíamos dejar pasar

En un momento donde la inteligencia artificial está en boca de todos, es irónico que lo que más se valore siga siendo lo más humano. La capacidad de escuchar, de comunicar, de construir relaciones y liderar con propósito.

Por eso, si hay algo que sacar en claro de todo lo que se dijo en Territorio INESEM, es que las habilidades blandas pueden marcar la diferencia. Y quienes sepan desarrollarlas no solo tendrán más oportunidades, sino que estarán mejor preparados para los retos que vienen.

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