Partamos de la noción de que la educación es un derecho pero no sólo tenemos derecho a la educación, sino a una educación de calidad. Sí, la educación debe estar presente, disponible y accesible, pero también ser aceptable, adaptable y de buena calidad.
La calidad puede entenderse (de hecho, diversos teóricos y pedagogos así la definen) como el corazón de la educación, pero también es un concepto dinámico y cambiante, que influye en lo que los estudiantes aprenden, cómo lo aprenden y determina en cierta medida los beneficios que pueden obtener gracias a la educación que han recibido. Es tan importante el aspecto calidad en la educación, que la Declaración Universal de los Derechos Humanos, define en su artículo número 26 las metas de la educación, lo cual ha impactado en la construcción del contenido de la educación, la forma en que se diseñan los procesos y materiales de enseñanza, los ambientes de aprendizaje y los resultados de la educación. Citándolo textualmente, este artículo sostiene que “La educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana y el fortalecimiento del respeto a los derechos humanos y a las libertades fundamentales.”
Para cumplir con estos objetivos, cualquier proyecto educativo debe ser cuidadosamente diseñado, contemplando todos los actores y elementos involucrados, de forma que se pueda alcanzar este tipo de calidad, no sólo en las palabras, sino en los hechos. Pero, ¿cómo diseñar un proyecto educativo de calidad? No es sencillo. Pedagógica, prospectiva y administrativamente es complejo unir y armar el rompecabezas de piezas que la verdadera calidad educativa exige, desde el nivel elemental hasta el profesional.
Los requisitos de un buen proyecto educativo
El plan de estudios, los materiales y los métodos de enseñanza deberán diseñarse pensando en cumplir estos objetivos de una educación de calidad. El ambiente educativo debe ser adecuado, estimulante, seguro, exento de violencia. Así mismo, deberá preverse que los planes y programas de estudio permitan asegurar que la educación proporcionada alcance estándares nacionales e internacionales. Este último elemento es de fundamental importancia para instituciones de educación superior, pues la formación profesional no debe carecer de lineamientos que le permitan no sólo preparar para el mercado laboral, sino formar en todo el sentido de la palabra, en valores éticos y profesionales, en hábitos, en respeto y en libertad.
Al leerlo de esta forma parece una labor sencilla, pero la realidad es que la elaboración adecuada de un proyecto educativo profesional es un desafío que es difícil de medir hasta que se implementa. Deben utilizarse herramientas pedagógicas, administrativas e incluso psicológicas, además de mostrar un enorme conocimiento de la disciplina que se va a enseñar. Conocer las relaciones entre ésta y otras áreas, entender su importancia social, participar activamente de la vida de la comunidad.
En última instancia, el primer paso es comprender el valor de un diseño adecuado, holístico y completo de un proyecto educativo en relación a los objetivos profundamente humanos de la educación plasmados en la Declaración Universal de los Derechos Humanos en relación a la calidad de la educación. Este primer paso puede coadyuvar a diseñar proyectos más acordes a lo que la sociedad española contemporánea precisa y demanda.