La auditoría de cuentas es un pilar fundamental en la gestión empresarial de cualquier sociedad. Se trata de un proceso que no solo asegura la transparencia financiera de una organización, sino que también refuerza la confianza de inversores, accionistas, clientes y organismos reguladores.
Con la auditoría de cuentas se pretende garantizar que las cuentas anuales de una empresa reflejan fielmente su situación económica, financiera y patrimonial. Sin embargo, una de las dudas más comunes entre empresarios y profesionales es: ¿quién debe realizar la auditoría de cuentas y en qué circunstancias resulta obligatoria? Para responder a esta pregunta, es necesario comprender en primer lugar qué consiste una auditoría, para después ver quienes deben someterse a ella de forma obligatoria.
¿En qué consiste una auditoría de cuentas?
Una auditoría de cuentas la podemos entender como una revisión exhaustiva e independiente de los estados financieros de una empresa, llevada a cabo por un profesional cualificado conocido como auditor de cuentas. El objetivo principal es verificar que dichos estados se han elaborado conforme a la normativa contable vigente, como el Plan General de Contabilidad en España, y que muestran una imagen fiel de la situación económica de la entidad.
El auditor va a analizar todos los ingresos, gastos, activos, pasivos y el patrimonio neto de la organización, así como los procedimientos internos de control. El resultado de esta revisión se plasma en un informe de auditoría, que puede contener una opinión favorable, con salvedades o incluso desfavorable, según el grado de cumplimiento detectado.
Este informe adquiere una importancia especial porque se convierte en un documento de referencia para los agentes externos, quienes lo utilizan como garantía de fiabilidad antes de tomar decisiones financieras o comerciales con la empresa.
¿Es obligatoria la auditoría de cuentas para todas las empresas?
Una creencia común es pensar que todas las empresas están obligadas a someterse a una auditoría de cuentas, pero esto no es cierto. La auditoría solo es obligatoria para determinadas sociedades que cumplen ciertos requisitos de tamaño o actividad.
Según la Ley 22/2015, de 20 de julio, de Auditoría de Cuentas, solo deben someterse a auditoría obligatoria aquellas sociedades que durante dos ejercicios consecutivos cumplan, al menos, dos de estos tres requisitos: que el total de sus activos supere los 2,85 millones de euros, que su cifra de negocios anual exceda los 5,7 millones de euros, o que tengan más de 50 trabajadores de media en el ejercicio. También es obligatoria para determinadas entidades como sociedades cotizadas, entidades financieras o cuando lo soliciten socios minoritarios. El resto pueden auditarse voluntariamente.
¿Cuándo se debe realizar una auditoría de cuentas?
El momento en que debe realizarse una auditoría de cuentas depende de la normativa aplicable y de las características de la empresa. En general, la auditoría se lleva a cabo una vez que se han formulado las cuentas anuales, las cuales deben presentarse dentro de los tres meses siguientes al cierre del ejercicio.
Si, por ejemplo, el ejercicio social coincide con el año natural, las cuentas anuales deben estar formuladas antes del 31 de marzo del año siguiente. Posteriormente, se presentan al auditor, quien dispone de un plazo razonable para emitir su informe antes de la celebración de la junta general ordinaria de socios, que debe aprobarlas en los seis meses siguientes al cierre.
Es importante destacar que la auditoría no se limita únicamente a una revisión puntual al final del ejercicio. En muchos casos, los auditores realizan pruebas intermedias durante el año, con el fin de agilizar el proceso y detectar posibles irregularidades con anticipación.
¿Qué diferencia hay entre una auditoría interna y externa?
La auditoría de cuentas puede clasificarse principalmente en dos tipos: interna y externa. Aunque ambas persiguen la mejora del control y la fiabilidad financiera, presentan diferencias notables.
- Auditoría interna: la va a realizar un equipo de profesionales que pertenece a la propia empresa. Su finalidad es evaluar la eficacia de los procesos internos, identificar riesgos, proponer mejoras y asegurar que las políticas internas se cumplen. La auditoría interna no busca emitir un informe público, sino servir como herramienta de gestión para la dirección de la empresa.
- Auditoría externa: Es llevada a cabo por un auditor independiente y ajeno a la empresa. Su objetivo es verificar la veracidad y fiabilidad de los estados financieros y emitir un informe dirigido a terceros, como accionistas, bancos o reguladores. La independencia es clave en este tipo de auditoría, ya que garantiza la objetividad del resultado.
En resumen, la auditoría interna es más un instrumento de mejora continua, mientras que la auditoría externa es un requisito de transparencia y credibilidad frente al mercado.
Ventajas de realizar una auditoría de cuentas
Aunque en muchos casos la auditoría de cuentas no sea obligatoria, existen numerosas ventajas de realizarla, incluso de manera voluntaria. Señalamos las más significativas:
- Transparencia y confianza: Si el informe de auditoría resulta favorable va a transmitir confianza a accionistas, inversores, clientes y proveedores, lo que facilita relaciones comerciales y financieras.
- Acceso a financiación: Las entidades financieras, a la hora de conceder un crédito, por ejemplo, valoran positivamente a las empresas que cuentan con auditorías, ya que reducen el riesgo de información poco fiable.
- Detección de errores y fraudes: El análisis detallado de los auditores permite identificar irregularidades o errores contables que podrían pasar desapercibidos en la gestión diaria.
- Mejora en la gestión interna: Gracias a las recomendaciones de los auditores, la empresa puede fortalecer sus sistemas de control interno y optimizar procesos administrativos.
- Cumplimiento normativo: La auditoría asegura que la compañía se ajusta a la legislación vigente, evitando sanciones o responsabilidades legales.
- Valor añadido en operaciones corporativas: En fusiones, adquisiciones o procesos de venta de participaciones, disponer de cuentas auditadas facilita las negociaciones y aumenta el valor de la empresa.
Estas ventajas explican por qué muchas compañías deciden someterse a una auditoría incluso cuando la ley no las obliga.
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