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Neurociencia social: nexo entre neurociencia y aprendizaje

05/04/2018
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Somos una especie social. Como humanos, nos caracterizamos por la capacidad de cognición social, motivo por el que la neurociencia se ocupa del estudio de los grupos. Al respecto se establecen dos corrientes: la neurociencia cognitiva social y la neurociencia social.

Por un lado, la neurociencia cognitiva social trata de estudiar los mecanismos neurobiológicos superiores que intervienen en la cognición social. Por otra parte, la neurociencia social, que supone el estudio neurobiológico de la conducta social. No obstante, esta separación es funcional ya que el ser humano es un todo holístico e integrado. Que pongamos la mirada en las influencias hormonales, motivacionales y neuronales o no, sólo depende del tipo de investigación que deseamos llevar a cabo.

Pensamiento social, ¿desarrollo individual?

Desde la neurociencia social se pone atención en los procesos de cognición y percepción, ya que determinan el desarrollo de cada individuo. En este sentido, podemos hablar de un desarrollo social como miembros de la especie. Desde la neurociencia se ha estudiado este desarrollo estableciendo correlatos con aspectos biológicos. Por ejemplo, la forma en que percibimos los rostros y cuerpos; la función, ubicación y estímulo de las neuronas espejo dentro de toda la imaginería motora; o la respuesta neuronal del entendimiento de las emociones ajenas o el estudio de la autoconciencia.

El desarrollo neurológico está ligado a la cognición social. Se trata del conjunto de habilidades de entendimiento y participación entre miembros de una especie. En otras palabras, de la percepción del conjunto de interacciones. Estas interacciones muestran correlatos fisiológicos, hormonales, afectivos, conductuales, etc., y están determinadas por la percepción.

Al estudiar la percepción social en relación al desarrollo humano, se observa su implicación en varios sistemas neurocognitivos. Estos están relacionados con la existencia y puesta en marcha de  competencias sociales – empatía, asertividad, moral, extroversión, toma de decisiones, etc.-, además de con cambios ontogenéticos.

El diálogo entre neurociencia social y educación

La relación entre neurociencia y educación es evidente, aunque el diálogo necesario entre ambas materias tiene lugar en idiomas diferentes. No existe – como se ha pretendido de forma simplista- un correlato de causalidad entre neurociencia y aprendizaje. Un ejemplo: que el desarrollo del surco intraparietal o protuberancia de las matemáticas genere mejoras matemáticas no ha sido probado. Se ha observado un mayor estímulo en esta zona, pero no podemos asegurar que se deba a la generación de contenido aprendido.

Esto no implica que relacionar educación y neurociencia sea un ejercicio de imaginación o puramente descriptivo. Aunque no existen zonas específicas que determinen la adquisición de un contenido, es posible estimular determinadas zonas mediante el acceso a determinados conceptos, habilidades y actitudes. Se trata de dos idiomas diferentes relacionados por la propia condición humana.

Por su parte, la neurociencia social podría considerarse un dialecto fronterizo entre neurociencia y educación. Esto se debe a que no estudia el cerebro en un contexto cambiante, natural y compartido. La neurociencia social trata de comprender las bases neuronales de las interacciones como evento repleto de contenidos teóricos y prácticos. Para ello estudia los sistemas neurocognitivos ultraveloces que permiten monitorear la confianza o la afiliación. Relacionar la motivación, la confianza o el sentimiento de afiliación con el aprendizaje social requiere únicamente dar el paso consecuente a estas observaciones.

Al plantear la neurociencia social desde el paradigma del aprendizaje, cuestiones como el cerebro social, la cognición moral, la empatía o la toma de decisiones adquieren una nueva dimensión. La neurociencia ha demostrado que el aprendizaje social es comparable al placer en el sexo o el éxito. Esto es así gracias a la percepción de recompensas prosociales.

Neurociencia social y aprendizaje: traduciendo hechos

Autores como Vigotsky, Bandura, Habermas, Freire o Bajtin se han interesado por el encaje social de los procesos de aprendizaje. La neurociencia social ratifica que el tipo de interacciones son determinantes en el desarrollo biológico y epigenético. La herencia y el ambiente, lo innato y lo adquirido, se condicionan mutuamente, aunque no de una manera simplista, sino como un proceso adaptativo y educativo histórico.

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Pero, ¿cómo se traducen en el aula las observaciones de la neurociencia social? Hemos comprobado que no existen correlatos directos entre mediciones neurológicas y educación. Pero sí se ha observado que, en los procesos de aprendizaje más eficaces, se producen determinados estímulos y cambios neurobiológicos. Los aspectos en común de estas investigaciones evidencian algunos principios teóricos de aprendizaje que repercuten sobre el tipo de observaciones de la neurociencia social:

  • La calidad de las interacciones y el ambiente social como condicionante del éxito.
  • La relación de la nutrición, el desarrollo físico y el descanso en desarrollo del cerebro social y la inclusión educativa.
  • Los niveles de plasticidad neuronal y la actividad y desarrollo activo de las neuronas espejo.
  • La afección neuroquímica de costumbres sociales relacionadas con los ambientes de aprendizaje – toma de cafeína, rutinas de descanso y trabajo, horario, etc.
  • La relación entre aprendizaje, neuroergonomía y tecnologías cotidianas.
  • La supervivencia como especie y su organización social, la moral, el valor del trabajo o de la alimentación.

No podemos entender educación y neurociencia social como un único ámbito de estudio. Así, estos hechos relacionados con el aprendizaje sólo permiten asegurar la existencia de un ambiente sociocultural, que influye en el desarrollo del cerebro, así como en la neuroplasticidad.

Al traducir los hechos observados en educación a la neurociencia y, pese a tratarse de idiomas diferentes, obtenemos conclusiones bilingües. Por ejemplo, al observar el desarrollo de la plasticidad neuronal en determinados ambientes, comprobamos que el aprendizaje se da a lo largo de la vida y su eficacia es mayor en función al tipo de interacción.

Traduciendo observaciones: ¿qué hacer en el ámbito educativo?

La neurociencia social muestra indicadores traducibles en objetivos educativos específicos. Gracias a la neurociencia comprendemos la incidencia social en el bienestar o la inteligencia emocional, aspectos fundamentales en la educación actual.

La existencia de diferentes ambientes de aprendizaje se proyecta en la neuropsicología y en la construcción cultural en forma de interacciones diversas. Esto significa que los diferentes ambientes neurosociales (familiar, educativo, lúdico, TIC, etc.) exigen interacciones reales. Estas interacciones involucran cambios a nivel individual y social, psicológico y biológico.

En resumen, la neurociencia social permite observar los resultados óptimos de aprendizaje. Su traducción más evidente es la creación en ambientes educativos de condiciones deseables para producir estímulos similares a los observados. Es preciso insistir en que la interacción y la educación van de inexorablemente ligadas. De ahí que la neurociencia social tenga cada vez más cabida en la investigación educativa: nuestro cerebro es más eficaz cuando nuestro aprendizaje es más interactivo.

Categorizado en: Educación y Sociedad

No hay comentarios

  1. Jorge Luis Lopez dice:

    Fue muy interesante. Gracias a la tecnología así nos dará saber más sobre las actividades de cada materia que llevamos… 

    0
  2. María Teresa dice:

    Muy interesante Jesús, me impactó el vídeo. Gracias por compartir tus ideas!

    0

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