La resiliencia es la capacidad de afrontar la adversidad, de sobreponerse a momentos críticos, adaptarse y salir fortalecidos.
Nos va a permitir liberarnos del estrés, de la angustia que a todos nos embarga en determinados momentos y situaciones de la vida, superar circunstancias y sobreponernos.
Cada uno con nuestros tiempos, a nuestra manera, pero todos con la necesidad común de sacar esos sentimientos negativos afuera, para dar paso a estrategias de afrontamiento adaptativas, y seguir adelante fortalecidos.
La resiliencia: ¿se nace o se hace?
Si te preguntas si el ser humano llega a este mundo con el bagaje de esta competencia de serie, ya te adelanto que no: la persona resiliente no nace, se hace. Es una actitud que se puede trabajar, es flexible, se aprende y se desarrolla, siendo una forma de afrontar la vida.
Como seres humanos en constante cambio e influenciados por el entorno y nuestras experiencias, esta habilidad cambia constantemente; hay que ir ajustando la resiliencia para cada momento vital porque cada circunstancia es diferente.
Indiscutiblemente nacemos con una serie de capacidades, pero son las experiencias vitales y sobre todo cómo las afrontamos y qué hacemos con ellas lo que nos convierte en seres más o menos resilientes.
¿Qué define a una persona resiliente?
Hay una serie de características inherentes a las personas resilientes, en mayor o menor medida
- Entienden que las cosas pasan y que sufrir es parte de la vida. Está bien sentirse mal, frustrado, enfadado. La felicidad es un estado, igual que la pena y hay que darse permiso para sentir emociones negativas.
- Evalúan las situaciones de manera realista y consiguen centrarse en las cosas que pueden cambiar y aceptar las que no.
- Analizan. ¿Lo que hago me ayuda o me daña? ¿Me aporta algo? ¿Puedo cambiarlo? ¿Qué puedo aprender de ello? Y en base a eso modifican su conducta de manera adaptativa. Tomar esa perspectiva hace que se vuelva a tomar el control.
Las personas más resilientes tienen una mayor capacidad de afrontamiento, soportan mejor la presión, un mayor equilibrio emocional y son más felices.
¿Y nuestros hijos? Pues deben ser educados en la resiliencia y para ello cuentan con nosotros y todas aquellas figuras de referencia como pueden ser educadores y resto de adultos de su entorno.
¿Cómo podemos comenzar a trabajar la capacidad de resiliencia en los niños?
- Estimulando su interés por aprender cosas nuevas.
- Animándolos a que tengan -y conserven- amigos. El apoyo a estas edades llega de los iguales y es fundamental el sentimiento de aceptación. Esto genera sentido de pertenencia, aceptación y confianza.
- Trabajar la tolerancia a la frustración. Enseñarles que cuando caigan o algo les salga mal, pueden volver a levantarse habiendo aprendido algo de esa situación. El juego puede ser una herramienta fabulosa para ello. Y por supuesto, estando ahí para ellos cuando suceda.
- Intentando no sobreprotegerlos. Cuando esto se produce ven limitado el desarrollo de sus capacidades y potencialidades.
- Fomentando que sean niños optimistas y positivos.
- Enseñándoles que hay cosas que suceden de manera inevitable y no podemos controlarlas. Pero sí podemos controlar nuestra reacción y nuestra respuesta. (“Qué puede hacer para sentirse mejor, qué gana sintiéndose mal, qué pierde sintiéndose así, qué hacer para sentirse mejor: deporte, escribir, hablar…”)
- Que sean niños autónomos, dejándoles crecer y desarrollarse, aprendiendo a cuidarse. Tareas como el aseo, el orden, etc., asumiendo responsabilidades y un papel.
- Que mantengan una rutina y que sean reforzados cada vez que hagan las cosas bien. Para ellos esto supone seguridad, algo que va a resultar fundamental en su desarrollo emocional.
- Que sean generosos con los demás, que sepan tender una mano a otros. Ayudar a un compañero, a un hermano...Esto nos hace sentir bien y más felices, generando reacciones positivas en los demás.
- Fomentar el autoconocimiento de sí mismos: debilidades, fortalezas, qué se les da bien, hasta dónde pueden llegar…
- Ser agradecidos. Dar gracias de manera constante llega a generar cambios neuronales que hacen que ese efecto positivo sea de efecto duradero.
- Que sepan que cuentan con una red de factores protectores: familia, amigos, un tutor, un terapeuta, una afición…
Y sobre todo, y lo más fundamental sería predicar con el ejemplo. Como padres somos sus referentes, el espejo en el que se miran, y, para poder enseñarles debemos trabajar la resiliencia en nosotros mismos.