La carrera evolutiva entre depredadores y presas
El juego del ratón y el gato ha estado siempre presente desde que la vida comenzó a fraguarse en el caldo primitivo. La carrera evolutiva entre depredadores y presas ha sido y será una constante, y si bien existen criaturas de enorme tamaño en la actualidad que se sitúan en lo más alto de la pirámide alimenticia, los depredadores prehistóricos eran capaces de hacerles sombra en el sentido literal de la palabra.
Las condiciones ambientales de nuestro planeta nunca se han mantenido constantes a lo largo de los milenios, condicionando en muchos casos la abundancia de alimento para los herbívoros, y en consecuencia, una mayor disponibilidad de presas para los carnívoros. A mayor abundancia de alimentos, también mayor posibilidad de mantener un gran tamaño corporal.
Los depredadores prehistóricos del paleozoico
Si pudiéramos sumergirnos por un momento en los mares de la era Paleozoica, seguramente nos asustaríamos al ver atrópodos de tamaños descomunales, como por ejemplo los famosos escorpiones marinos, los euriptéridos, grupo en el que algunas especies podían alcanzar los tres metros de longitud. Realmente, estos animales no son escorpiones como tal, simplemente reciben el nombre por su parecido a este grupo de arácnidos. Sin embargo, entre el silúrico y el devónico existió un escorpión gigante real, el Brontoscorpio angilicus, que medía casi un metro de longitud y cuyo aguijón tenía el tamaño de una bombilla.
Pero no solo los artrópodos podían causar el terror. Algunos peces evolucionaron para convertirse en verdaderos monstruos, y así lo demuestran los fósiles del extinto Dunkleosteus sp., un pez de placas que vivió hacia finales del periodo devónico. Se presupone que tuvo un apetito voraz, y la visión de sus enormes mandíbulas sería suficiente para causar pesadillas a los niños de todo el planeta.
En el carbonífero los insectos causaban auténtico pavor
Cuando la vida en el planeta dio el salto a la tierra firme, la atmósfera cambió con la aparición de las plantas terrestres, y hacia el periodo carbonífero, la gran concentración de oxígeno en la atmósfera permitió la existencia de artrópodos gigantescos en tierra firme ¿Te imaginas poder toparte con una libélula de un metro de envergadura? Pues bien, hace en torno a 300 M.A hubiera sido totalmente plausible, y una vez más, el registro fósil así lo demuestra. Meganeura sp. fue un género de libélulas que cumplía con creces este requisito.
Depredadores prehistóricos famosos: los televisivos dinosaurios
Por supuesto, no voy a dejar fuera a los depredadores prehistóricos que seguramente toda la humanidad guarda en su imaginario, los televisivos dinosaurios. Podría mencionarte una enorme cantidad de especies y la lista no terminaría, desde el famoso Tyrannosaurus rex hasta el Ornitolestes sp. los grandes saurios han sido incluso el origen de numerosas leyendas. Cuando fósiles de estas criaturas eran descubiertos en la edad media, se atribuían a los restos mortales de dragones y otros seres mitológicos como cíclopes.
Los mares del mesozoico también estaban plagados de temibles monstruos marinos que convivieron con los dinosaurios, como los plesiosaurios, los ictiosaurios, los hibodontos… Seguro que te suena el famoso Mosasaurus sp., un gigantesco lagarto marino de los mares del cretácico que podía alcanzar los 13 metros de longitud.
Hemos hablado del mar y de la tierra firme, pero ¿Qué hay de los cielos? En la actualidad, el ave con una mayor envergadura del planeta es el albatros real (Diomedea epomophora), pudiendo alcanzar los imponentes 3,3 metros de longitud. Esto no es nada si lo comparamos con el temible Quetzalcoatlus, un pterosaurio pteractiloideo que podía alcanzar hasta 11 metros de envergadura, siendo el terror de los cielos.
Los monstruos marinos son reales
¿Te dan miedo los tiburones? No es de extrañar, muchos de ellos, como el gran blanco (Carcharodon carcharias) tienen imponentes tamaños (hasta 6 o 7 metros) y si bien no incluyen al ser humano en su dieta, lo confunden con algunas de sus presas habituales, como las focas, pudiendo llegar a atacar. El gran blanco convivió durante un tiempo con el gigantesco megalodón (Carcharocles megalodon), que se extinguió hace tan solo 2,6 M.A., que se estima lo superaba en tamaño hasta 5 veces. No hay más que ver las reconstrucciones de las mandíbulas de esta criatura para saber que un encuentro en alta mar hubiese tenido un desenlace fatal.
El megalodón compartió nicho ecológico y compitió con el Livyatan melvillei, una ballena perteneciente a los odontocetos de unos 17 metros de longitud. Se cree que compartieron presas, incluso se han encontrado evidencias fósiles de disputas entre estos dos gigantes (muescas de dientes de tiburón en vértebras de ballena).
En su mayoría, todos estos depredadores de los que te he hablado, si bien fueron los más temibles, también los más sensibles a los cambios ambientales. Estos monstruos tenían que ingerir una gran cantidad de alimento para mantenerse con vida. Cuando las condiciones del planeta cambiaron en el periodo en el que existieron, fueron los primeros en desaparecer. La vida favorece en muchos casos a los animales de menor tamaño.
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